Rosalera, de Tade Thompson (Trilogía de Ajenjo)

 



Sinopsis:

Nigeria, 2066. Una muchedumbre desesperada converge en torno a una misteriosa bóveda alienígena. Así ha surgido Rosalera, la ciudad que rodea la bóveda a la que todos acuden por sus supuestos poderes de sanación. La llegada de los alienígenas también ha dado lugar a la xenosfera, un espacio telepático al que solo puede acceder un grupo muy reducido de humanos, los sensibles. Uno de ellos es Kaaro, cuyo trabajo de día es crear el cortafuegos para que otros sensibles no puedan acceder a los datos de los bancos. Pero Kaaro, que tiene un pasado criminal, además es agente del gobierno y ahora debe averiguar qué es lo que está matando a los demás sensibles.



Ficha:

Título: Rosalera.

Autor: Tade Thompson.

Editorial: Runas (Alianza Editorial). 

Traductor: Raúl García Campos.

Número de páginas: 358.








Sobre el autor:

Nacido en Londres de origen yoruba, Tade Thompson creció en Nigeria. Estudió antropología social y medicina y está especializado en psiquiatría. Además de su trabajo profesional en este campo y de su carrera de escritor, es ilustrador, lector impenitente y aficionado al jazz. "Rosalera", la novela que da inicio a la trilogía de Ajenjo, obtuvo el primer premio Ilube Nommo de la Sociedad de Ficción Especulativa Africana a la mejor novela en 2017 y el premio Arthur C. Clarke en 2019, y fue finalista del premio John W. Campbell.






Reseña:

"Rosalera" es el primer libro que leo de Tade Thompson y durante buena parte del mismo estuve dudando si sería el último. Tiene tantas fases que me han enganchado irremediablemente como otras que me pusieron al borde del abandono (y no soy de los que dejan fácilmente un libro a medias. Creo que únicamente he dejado dos en todos mis años como lector). 

Estamos ante un libro de ciencia ficción con un personaje que bien puede representar el papel de lo que conocemos como el "antihéroe". Kaaro es un personaje de dudosa moralidad en el presente del libro y con un pasado rodeado por la violencia, los robos y las drogas. Bien podría justificarse dicho pasado por todas las cosas que se nos van contando en forma de regresión, ya que el libro tiene una narrativa a caballo entre los sucesos del presente y del pasado. Los saltos temporales son constantes, viajando entre distintos momentos del pasado de Kaaro y conectando irremediablemente con todo lo que va sucediendo en la historia principal de la actualidad. De este modo, vamos entendiendo, comprendiendo e incluso empatizando con el carácter y el modo de actuar del protagonista, aunque en ocasiones nos lo pone verdaderamente difícil. Es una persona con una doble vida, cuya faceta de "sensible" (personas que pueden desenvolverse dentro de la xenosfera, a saber, una red de información alienígena propiciada por hongos extraterrestres) le lleva a verse envuelto en una trama con tintes políticos, de seguridad nacional e incluso de relevancia en el devenir de la humanidad.

"Rosalera" habla de muchas cosas, pero sobre todo, es el viaje hacia la redención de su protagonista. Es la búsqueda de un lugar en un mundo en el que nadie parece tenerlo. Un mundo oscuro, deprimente y plagado de peligros de toda índole. 

Para centrar más al lector de la reseña, pero sin caer en destripes, estamos ante un futuro en el que el orden mundial ha cambiado radicalmente. Las potencias económicas y militares son otras: Estados Unidos por ejemplo está completamente incomunicada del resto del mundo y ha dejado de jugar un papel fundamental en lo que a geopolítica se refiere. África es un continente emergente y Nigeria en concreto es el país en el que se gestan los acontecimientos del libro (el origen de Tade Thompson ha propiciado que tengamos un soplo de aire fresco en lo que respecta al lugar donde se desarrollan los hechos de un futuro complicado, a diferencia de otros libros y, sobre todo, del cine americano al que estamos acostumbrados). Es precisamente en Nigeria donde ha surgido una cúpula que entraña diferentes misterios que no revelaré y sobre la que giran varios interrogantes. 

Lo que sí puedo adelantar, porque pertenece a la sinopsis del libro, es que esa cúpula es de origen extraterrestre y que está auspiciada por una entidad difícilmente definible: Ajenjo. Además, también quiero resaltar aquí, que cuando el libro coge carrerilla y se dispone a indagar en este misterio, profundizando sobre la figura de Ajenjo, no podría ser más atractivo. Creo, que si el libro hubiese pivotado durante más tiempo alrededor de esta figura, mi opinión sería más positiva. 

Tade plantea una serie de ideas que tiran por tierra todo lo que conocemos sobre colonizaciones e invasiones alienígenas. Es una vuelta de tuerca genial, con unos mimbres suficientemente importantes como para que definitivamente, me haya inclinado por seguir leyendo la trilogía (en algún momento, porque quiero dejar pasar un tiempo antes).

Ahora bien, el libro tiene un aspecto que es el que ha hecho que mi lectura fuese menos fluida de lo habitual y que perdiese mi atención en no pocos momentos: se juega con un concepto llamado xenosfera que nos plantea situaciones verdaderamente oníricas que a mi, particularmente, no me han gustado nada. Y además no son contadas las veces en las que sucede ni durante pocas páginas. Hay que aclarar que esto no deja de ser una reseña basada en unos gustos personales y que en absoluto es un defecto achacable al libro. Lo que a mi me ha cansado, a otra persona puede fascinarle por su derroche de imaginación. No quiero indagar mucho más en ello porque forma parte de uno de los pilares fundamentales de la obra.

En definitiva, Tade ha logrado que finalmente me decante más por las buenas sensaciones que me deja su recta final, que por las agridulces que me han dejado muchas secciones intermedias del libro. En mi opinión, tiene una base magnífica para continuar el mundo que ha construido y un personaje; Ajenjo, que es el principal reclamo en mi caso para querer descubrir a dónde va a parar todo esto. 


Mientras caminábamos yo le miraba la boca, y me preguntaba si alguna vez estaría tan seguro de algo como ella lo estaba absolutamente de todo. Amarita cogía el mundo en la palma de la mano y lo hacía pedazos. Arrancaba tiras del lenguaje como si fuera un filete y se quitaba las políticas como restos que se le hubieran quedado entre los dientes. 

                            Kaaro.


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